jueves, 14 de abril de 2011

Contra el aburrimiento: estupidez.

Una ya no puede estar tranquila cuando se dispone a ser informada. Te sientas dispuesta a que te expliquen qué ha pasado en el mundo y apagas la tele preguntándote si la gente ya se ha vuelto estúpida sin remedio. La globalización también afecta al mundo de la televisión. Mas no del capitalismo, sino de la vacuidad.

Las cosas no eran muy preocupantes cuando lo único desdeñable en los informativos eran ciertos comentarios entre presentadores que no vienen a cuento. O ciertos juegos de palabras absurdos nacidos en la graciosa mente del presentador de turno. Eso tan solo era un detalle de escasa importancia y duración. Sin embargo, la gente debía de encontrar en esas cosas un aliciente imprescindible. Poco a poco la alegría y la desvergüenza se fueron metiendo también en los contenidos y en los formatos, convirtiendo un producto supuestamente serio y riguroso en una retahíla de juegos de palabras, arriesgados pareados, vídeos repletos de imágenes sacadas de películas famosas, bandas sonoras que no vienen a cuento y la sonrisa perene de los presentadores, que no sé si se sienten orgullosos de lo que están haciendo o si se ríen de nosotros.
Así como quien no quiere la cosa, esa rima facilona tan típica de los alegres programas de la vida en directo (y con vida me refiero a actos cotidianos engrandecidos artificialmente por dicharacheros reporteros con un amplio repertorio de gestos grandilocuentes), se instaló en los otrora respetables informativos. Así como los absurdos montajes de vídeo propios de los programas de la prensa rosa, usualmente utilizados para explicarnos que en julio hace mucho calor, que en enero hace mucho frío y que en abril llueve que te cagas.

Mención aparte merece esa sección llamada deportes (ya un tanto absurda de por sí). Sin que mediara explicación alguna, las supuestas informaciones monotemáticas sobre un club de fútbol en concreto, derivaron en elementos más fugaces, susceptibles de ser engrandecidos y depuestos en el plazo aproximado de una o dos temporadas. De forma que ya no cansa que siempre se hable del mismo club, porque solo se habla de su entrenador. En cuanto termina la entradilla de la sección de deportes, somos invadidos con reportajes diarios sobre la rutina del ídolo de turno del madridismo (aderezados con rimas ingeniosas) y con un análisis pormenorizado de las siempre interesantes palabras de su entrenador, quien en el plazo de unos meses desaparecerá para siempre de las vidas de todos nosotros.

Recuerdo que cuando era pequeña me sentaba a ver el telediario de turno con la tranquilidad de estar viendo un producto serio y objetivo; aunque por aquel entonces no fuera consciente siquiera de estar disfrutando de dichas cualidades. Puede que en el pasado también nos estuvieran engañando, pero en tal caso no lo parecía. Ahora, en cambio, las apariencias no importan. Ahora, además, se ríen en nuestra cara.