viernes, 29 de julio de 2011

La mala educación.

Qué mal montada está la vida de los humanos. A veces tengo la sensación de que hay una especie de plan maestro para que, llegado cierto punto en la vida de una persona, ésta vea truncados todos los esquemas que se había ido haciendo previamente. Como dice aquella genial canción de Presuntos Implicados “sientes que la vida va tejiendo su traición”.
Quizá esa sensación sea resultado, en parte, de una educación inadecuada. Y es que durante el crecimiento, consciente o inconscientemente, aprendes una serie de cosas que luego no se corresponden con lo que te encuentras.

Por ejemplo. A base de ver películas y más películas (americanas), se te va metiendo en la cabeza que las cosas funcionan en base a extremos, que los buenos son muy buenos y los malos son personas calvas de dientes verdosos que ríen de forma exagerada mientras acarícian un gato persa. Una siempre tiene la tentación de seguir ese modo de pensamiento simplista, con el que las cosas son mucho más sencillas. Pero no sirve para la vida real. Las cosas están llenas de matices. Todo es relativo.

Por ejemplo. A base de jugar a videojuegos, una interioriza que con tiempo, dedicación y esfuerzo puedes avanzar y conseguir lo que te propones. Cosa que la vida te va demostrando que no es así (espero no estar revelando una terrible verdad a nadie, no quisiera sentirme como si le contara a un niño que los reyes magos no… em… bueno nada). Lamentablemente, lo único que te asegura el esfuerzo es que tarde o temprano vas a estar cansado.

Por ejemplo. Tus padres (por lo general) te enseñan que tienes que ser una buena persona. Después, tu jefe te enseña que tienes que ser un poco hija de puta. Luego, día tras día, los clientes se van ocupando de hacer desaparecer el “poco”.

Por ejemplo. Contrariamente a lo que una podía pensar, aprendes que la base del ÉXITO está en saber lavarse bien las manos. Pero no por higiene, estoy hablando de delegar las responsabilidades cual molestas moscas. De quitarse el muerto de encima sistemáticamente para cargarlo a la espalda de otro.

En fin. Prefiero dejarlo aquí. Yo soy una ladilla y tengo las cosas claras. Me meto entre los pelos y chupo sangre. Nada más. Pero no sé porqué, tengo un día de aquellos en los que me apetece buscar una densa mata de pelo para quedarme en un rincón mullido y calentito.

miércoles, 27 de julio de 2011

Estupidez Vacacionil.

En verano siempre estoy más activa. En contraste con los duros inviernos (que paso en la tupida base de los pelos), cuando aprieta el calor suelo colgarme de la punta de algún pelo largo. Desde donde, por cierto, estoy más al tanto de lo que ocurre a mi alrededor.
No se si será por ese plus de actividad, pero ya llevo unos días dándole vueltas a un tema. Y parece que por fin he llegado a la conclusión. Durante mucho tiempo he estado preguntándome si las actitudes humanas pueden medirse o incluso calcularse. ¿Las matemáticas (una de las pocas cosas humanas realmente útil e infalible), son aplicables para calcular la estupidez?

Ojo avizor desde la más larga de las pestañas, he estado atenta, pensando y pensando sin cesar, observando los comportamientos de la gente durante esta calurosa estación e intentando determinar todas las variables que podrían explicar la estupidez humana, concretamente la que manifiestan durante su periodo vacacional. Al fin, creo que lo he conseguido. ¡Señoras y señores, les presento la asombrosa fórmula de la Estupidez Vacacionil (FEV)!

EV = (t x c) + e elevado a la n.

Es una fórmula de aplicación individual, para la que tendremos en cuenta las siguientes variables:

- La temperatura ambiente (t): medida en grados Celsius.
- El precio del coche que usa (c): en dólares, por aquello de hacerlo más internacional.
- La edad del individuo (e).
- La nacionalidad (n): que tiene un valor fijo para cada país. He establecido una escala del 1 al 10, donde un español tendría un 5, un alemán un 6, un italiano un 7, un holandés un 8, un inglés un 9 y un francés un 11.

Jugando un poco con la fórmula, la conclusión parece muy clara. Un francés de 70 años con un Mercedes de última generación en un día de 38ºC es uno de los seres más insoportables que uno pueda encontrar sobre la faz de la Tierra.

Como se me va la perola. Igual no me sienta bien tanto sol.

lunes, 25 de julio de 2011

España no es Noruega.

La matanza de Oslo nos ha dejado perplejos a todos. Pensábamos que estas cosas solo pasaban en Estados Unidos, donde cualquier loco tiene armas a su disposición para matar a quien le de la gana. No aceptamos fácilmente que “aquí”, en Europa, pueden pasar estas cosas. Sin embargo, tenemos un caldo de cultivo estupendo para locos de este tipo. En Europa, si, pero también en España.

A muchos nos han llamado la atención las alusiones a España y a su gobierno del perturbado que el otro día se puso a matar gente en Oslo. Alusiones al gobierno de Zapatero, a sus ministras, etc. Alusiones que me recuerdan mucho (mucho) a las brutales sandeces que día tras día se escuchan en algunas radios, televisiones y periódicos de nuestro país. De hecho, hemos escuchado cosas mucho peores. Insultos, mentiras, exageraciones, manipulaciones. De todo tipo. Entre risitas de colegueo.

Ha llegado un punto en que lo consideramos tan normal y cotidiano que nos reímos de ello. Cogemos cortes de aquí y de allá para llenar los espacios de humor de radios y televisiones, cuando deberíamos estar buscando resquicios legales para impedir que ocurra, o deberíamos estar movilizando a los legisladores para parar esto de una vez. Pero pensamos que la libertad de expresión vale para todo, que las mentiras masivas, la manipulación intencionada de la infromación a gran escala y la creación de estados de opinión es algo que podamos tomar a la ligera. Pensamos en la mal sobrevalorada libertad de expresión y llegamos a la conclusión de que no podemos hacer nada. De manera que, como es inevitable, por lo menos nos reímos de ello. Qué risa. Qué divertido.

En España hace muchos años que se siembra odio. Aunque los mismos que se lo han trabajado durante tanto tiempo hoy miren para otro lado y se sientan muy compungidos por lo que ha pasado (de cara a la galería), siguen estando ahí. Dejarán pasar unos días y luego seguirán con lo suyo, como si nada hubiera pasado.
En España hace muchos años que se siembra odio. Y quien siembra odio, tarde o temprano, recoge cadáveres.

viernes, 22 de julio de 2011

Minorías tozudas.

Con la que está cayendo y algunos parece que no se enteran. Esta mañana el debate del día en una de las radios más escuchadas de Cataluña versaba sobre el idioma en el que se distribuyen las películas en el cine. Algo que, por supuesto, nos afecta mucho a todos y que ocupa uno de los primeros lugares en el ránquing de problemas que acucian a la ciudadanía (solo por detrás del paro y de la crisis).

Resulta que la última película de Harry Potter ha tenido pocas copias en catalán. Resulta que éstas han tenido poco público, si lo comparamos con una sala que la exhibía en castellano.
Unos explicaban sus peculiares teorías sobre conspiraciones orquestadas desde todos los estamentos sociales y comerciales en pos de la aniquilación del catalán. Otros explicaban que no tienen por qué llevar a sus hijos a ver una película en otro idioma que no sea el que se habla en la casa de estos (unos niños que luego asisten a clases con un inglés nativo que no sabe una sola palabra en catalán, que les pone películas de Walt Disney en versión original y que les cobra una pasta gansa a los padres, quienes pagan orgullosamente).

Probablemente, a la gran mayoría le da lo mismo ver la película en catalán o en castellano. El debate sería, más bien: ¿Por qué tanto empeño en distribuir copias en catalán cuando la gente, mayoritariamente, NO QUIERE ver películas en catalán? Si tienen que escoger entre el idioma o verla en 3D, escogen el 3D. Si tienen que escoger entre ir a un cine cercano o desplazarse para verla en catalán, se quedan en el que hay más cerca. ¿Qué más hace falta?

domingo, 17 de julio de 2011

Vacaciones.

No sabría decir si es masoquismo o si es mi ansia infinita de odiar y criticar a partes iguales. El caso es que sigo viendo esos informativos ridículos de los que os hablaba el otro día. Solo que ésta vez lo que me enfurece sin medida no son las formas, sino el contenido: ¡un fantástico reportaje sobre lo activas y estupendas que son las reclusas de nuestro país!

Allí estaban ellas, pintando alegremente durante uno de sus talleres. Manchándose la ropa (ji, ji, ja, ja), correteando de un lado para el otro (ji, ji, ja, ja), mientras la reportera, lejos de preguntarles a quién han matado, a quien han estafado o a quien le han arruinado la vida, les preguntaba qué tal les sienta esta fantástico y maravilloso taller. “Ay, si parece que no estemos reclusas”, decía una de ellas (ji, ji, ja, ja).
Como para no sentarles bien. Aunque, bien pensado, tienen tantas cosas por hacer, que sería posible que no encontraran adecuados este tipo de talleres. No en vano, en una cárcel uno no solo puede dormir en régimen de pensión completa, además dispones de:

- Gimnasio.
- Cursos de formación.
- Facilidad de acceso a estudios universitarios.
- Actividades varias, del tipo: teatro, radio, revistas...
- Facilidad de acceso al mercado laboral.
- Visitas semanales de tu cónyuge para mantener relaciones sexuales.

Y otras más, supongo. Tampoco quiero averiguar cuántas, en pos de mi salud mental (lo que queda de ella).
Por cierto. ¿Adivináis quién paga todo esto? Yo pensaba que se trataba de castigar a quienes rompen las leyes, no de darles unas vacaciones pagadas por las víctimas potenciales. En fin. Suerte tengo de que los seres adosados a los contribuyentes estamos exentos de hacer la declaración de la renta. De momento.

Vamos, que en mi próxima vida (como humana) me pido entrar en Gran Hermano, o en su defecto, ser ingresado en un centro penitenciario.

lunes, 11 de julio de 2011

Imposición.

Vamos a ver. Que alguien me explique esto, porque yo ya no entiendo nada. Cuando una va conduciendo por la carretera y ve una señal que dice: 100… ¿qué se supone que quiere decir? El sentido común, los examinadores del carné de conducir y el señor Google dicen que es el límite de velocidad máxima, pero yo ya no estoy muy segura.
Más bien parece ser un número obligatorio e invariable.

Si te pasas por encima, sueles encontrarte unos señores bien vestidos y educados que te recuerdan que has sido malo y que no debes ir a más de cien. Curiosamente, esa actitud amable en presencia y palabras nada tiene que ver con la violencia que traspúa de los papeles que te hacen firmar y en los que te hacen sabedor de que tu cuenta bancária está próxima a menguar.

Si te pasas por debajo, en cambio, el resto de usuarios de la vía te impelen a ir más deprisa a base de engancharse a la parte posteror del vehículo mientras se sirven de la boca y de la mano derecha para hacer gestos obscenos y lanzar improperios que, de todos modos, nadie más puede oír. No contentos con ello, algunos te adelantan enganchándose a la derecha, pitando y reincorporándose al carril unas décimas de segundo antes de tiempo. A veces con coches, otras con camiones de incontables metros de largo. Así varias veces al día. Todos y cada uno de los días.
Total, por ir a 80 en una vía dónde luce un 100 en las señales.

De modo que, probablemente, hay algo que he entendido mal en todo este asunto. Como suele pasar en la vida, uno puede estar engañado respecto a algo durante mucho tiempo sin darse cuenta. Puesto que no me apetece quedarme sin dinero ni quiero fenecer, no me va a quedar más remedio que seguir con la tiranía del número obligatorio e invariable que te marca a qué velocidad exacta se debe circular.

Pobres.

La crisis, la crisis. Parece que no se va a ir así como así. Al principio parecía un simple problema de confianza entre bancos que tenía que pasarse una vez se aclararan entre ellos. Luego la cosa se complicó con los déficits, los problemas de confianza de los mercados, etc, etc.

Ahora que ya llevamos unos años, está claro que la crisis no se arreglará hasta que no se les haya pagado la fiesta a todos aquellos que la disfrutaron mientras pudieron. Y que conste que no estoy hablando de macroeconomía. Con esto me refiero a las pobres medianas y pequeñas empresas. Las mismas que llevan meses y meses llorando a bancos, administraciones y empleados propios porque ya no tienen dinero para seguir adelante (al menos eso es lo que dicen).

Antes una se preguntaba por qué los bancos daban créditos a mansalva, o por qué la gente se compraba unos casoplones que no se correspondían con su nivel de vida… ahora yo me pregunto: ¿dónde está el dinero que ganaron las pequeñas y medianas empresas cuando las cosas íban bien? ¿Por qué van de víctimas cuando, en la mayoría de los casos, ellas también han pecado de excesos, de opulencia, de despilfarro, de dejadez?
Como siempre, el sentido de la responsabilidad se ha perdido por el camino. Como siempre, las cosas las acaba pagando el de abajo, que casualmente muchas veces es el que menos culpa tiene. Al ciudadano de a pie no le basta con estarles mirando la espalda a los banqueros ni con los continuos recortes de las administraciones, además tiene que estar pagando el dinero que sus pequeños y pequeñas jefes/as gastaron en su día:
- Llevando a la família a conocer otros continentes.
- Comprando coches de gama media - alta.
- Realizando actividades poco asequibles con regularidad (léase: submarinismo).
- Haciendo ostentación pública en bares y restaurantes de todo tipo.
- Haciendo ostentación pública de todo tipo de tecnología de última generación.
- Pagando seguros absurdos, plazas de parquing innecesarias, facturas de servicios varios que ascendían a cantidades astronómicas pero que se pagaban sin miramientos y sin espíritu de optimización.
- Pagando sueldos desorbitados… ah, perdón. Esto no. Curiosamente, esto es algo en lo que las empresas siempre han tenido ciertas ansias ahorrativas.

Cuando todo ese dinero (con el que ahora las empresas podrían aguantar y salir adelante, pero que gastaron como si no hubiera mañana) haya sido repuesto por los aguerridos y sacrificados trabajadores (quienes cobran menos y trabajan más bajo amenaza de quedarse en la calle), todavía no habrán vuelto las cosas a la normalidad. No. Antes es necesario que ellos recuperen el nivel de vida previo. Entonces y solo entonces, quizá los empleados vean recompensados sus esfuerzos del pasado y del presente. Solo quizá.